domingo, 3 de abril de 2011

El Manto.

En lo alto; más alto que el sol
Desde un trono excelso,
unos ojos  con mirada de arrebol
escrutan un mundo ya muerto...

Fuego es su mirada; Pero no hay ardor
Y penetra en el alma cual refulgente sol...
Y en aquel mundo muerto
Algo busca aquel excelso Señor...

Un espejo busca, aquel gran Señor
que su imagen pueda reflejar;
Pues él es fulgurante luz; fuego y calor;
y aquel mundo frío, carente de resplandor.

Hay que hacer huir las sombras
de este mundo; ¡la luz hay que reflejar¡ ...
pero le cubren densas y aterradoras sombras
cual primigenio manto con el que se quiso cobijar.

Ya en el principio se cubrió de lúgubres sombras
cual manto, queriendo su desnuda y fría alma abrigar,
y la potente voz de aquel gran Señor rasgó las sombras:
¡Hágase la luz¡ Y entonces aquel mundo pudo brillar.

Pero con la cálida cobija se olvido de que su alma es fría
porque desnudos dos espejos, de la luz relejaban su calor;
Y seducidos, codiciaron la esencia que en el creador latía;
mas bebieron la amarga y funesta sabia del vil engañador...

Y una vez mas, las densas y aterradoras sombras,
cual gélido y asfixiante manto cubren la faz;
Y el alma antes cálida, vuelve al frío de las sombras;
Y ahora sabe que siempre fue fría...  la luz se ha ido ya.



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